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CONFERENCIA DE PASQUAL MARAGALL EN EL CLUB SIGLO XXI
Madrid, 24 de marzo de 2003
1. Hacer política en tiempos de crisis
He de confesarles que contemplo con asombro la atención hiperbólica con que
algunos sectores siguen mis actuaciones y mis opiniones políticas.
Con un afán desmesurado - a mi juicio- enfatizan en mi trayectoria lo que creen
salidas de tono, peligrosas derivas, etc.
Más allá del empeño partidista - que existe - creo advertir en esta actitud un reproche
de fondo que no es otro que el de no seguir el guión de lo políticamente correcto.
Un guión que pretende achicar sensiblemente el terreno de juego de nuestra vida
política, en el que unos pocos asuntos son de recibo y todo lo que se salga de ellos
resulta una impertinencia.
Quiero aclararles antes de empezar que soy de los que no acepto estas reglas de
juego.
No se trata de una actitud irresponsable.
Bien al contrario, mi actitud responde a un sentido de la responsabilidad:
estoy
convencido de que faltaría a mi deber si, por causa del problema terrorista y de los
ineludibles deberes de prudencia y lealtad que comporta, renunciara a plantear un
proyecto de futuro para Cataluña y para España.
Es más: creo que sin este esfuerzo no encontraremos la salida definitiva al desafío
que nos plantea el terror.
Las situaciones de crisis no se resuelven con el silencio de la política. Determinadas
situaciones, no todas, requieren más política, más palabra razonada, más diálogo,
más propuestas ... y con todo ello más confrontación y más vigor democrático.
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�Así interpreto mi responsabilidad de político y a ella procuro ajustar mis intervenciones
públicas.
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Lo primero que quiero decirles hoy:
2. Superar la indiferencia entre Cataluña y España
Uno de los propósitos de mi intervención de esta tarde es manifestarles con toda
claridad que en Cataluña se va a producir un cambio político y que este cambio no tan
sólo se va a notar en Cataluña, sino que tendrá consecuencias muy serias para
España. Y mi pretensión es que tales consecuencias sean positivas. Y les puedo
asegurar que pondré todo mi empeño en ello.
Debemos prepararnos para una situación nueva, para manejarla con determinación,
conscientes de lo que se va exigir de nosotros, tanto en el sentido de la sensatez y la
moderación, como en el de la fidelidad al objetivo de una Catalunya potente y una
España plural y efectivamente reconciliada con esa pluralidad, que es substantiva y
constitucional.
Pienso que la relación entre Cataluña y España no está en su mejor momento. Me
explicaré.
Desde hace un tiempo en Cataluña crece la sensación de retroceso en el proceso
histórico de reconocimiento de la España plural que se inició con la Transición y que
tiene en la Constitución de 1978 su referencia liminar. Los últimos tres años, regidos
por la colaboración del nacionalismo catalán con el nacionalismo español, han sido
perjudiciales en este sentido. (Seria paradójico que ahora el nacionalismo catalán
quisiera descubrir esta realidad evidente).
No se trata de un sentimiento o de una creciente decepción, exclusivas de una
determinada opción política. Al contrario, es un sentimiento compartido por amplios
sectores políticos y sociales catalanes que tienen en común el referente del
catalanismo político, entendido más como la cultura cívica que ha modelado la
Cataluña del siglo XX que como un proyecto partidista.
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�Constituyen expresiones de este sentimiento pronunciamientos políticos de todos los
partidos del arco parlamentario (con la excepción del Partido Popular), manifiestos
emanados de instituciones económicas, empresariales, sindicales y opiniones de
destacados intelectuales catalanes.
Todas ellas reflejan una cierta perplejidad por la indiferencia,
cuando no por la
hostilidad, con que es tratada Cataluña por el poder político y por una parte influyente
de los medios de comunicación.
Compartir dicha perplejidad no quiere decir que se comparta en Cataluña el
diagnóstico sobre las causas de tal regresión.
No son admisibles las explicaciones basadas obsesivamente en el agravio histórico y
en su presunta o real renovación. Somos muchos los catalanes que reconocemos que
las causas de este distanciamiento son complejas y que algunas tienen su origen en
determinadas actitudes adoptadas desde Cataluña que interactúan con otras actitudes
que podríamos identificar como separadoras.
Asimismo tampoco existe una orientación unánime sobre cuál es la actitud que debe
tomarse desde Cataluña para no desandar el camino hacia la España plural, pero
empiezan a haber expectativas claras.
Mi posición personal y la del espacio político que represento ha sido, es y será
inequívoca al respecto. Se trata de la posición defendida y practicada por los
socialistas y por buena parte del progresismo catalán que quiere afirmar el compromiso
de Cataluña con la España plural.
Es la tradición del catalanismo progresista que representa a la Cataluña que no quiere
vivir del problema de su relación con España. Somos parte de la Cataluña que quiere
resolver el problema.
Reconozco que esta actitud provoca rechazos e incompresiones en sectores del
nacionalismo catalán que consideran que interesarse por España supone desinterés
por Cataluña.
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�También provoca escepticismo entre gentes amigas, como el que expresaba Xavier
Rubert de Ventós en un artículo publicado en El País, y en el que decía no compartir
mi fe en la España plural, aunque siga compartiendo mi esperanza.
Y, como es obvio, también desde el nacionalismo español se percibe el rechazo
amargo y el desdén de aquellos a quienes
no les cabe en la cabeza otra manera de
entender España que la suya.
Ambos nacionalismos –el nacionalismo español y el nacionalismo catalán (y también
el nacionalismo vasco)- insisten en una concepción nacional-estatista del mundo que
ya no se corresponde con los nuevos tiempos. Creo que estas actitudes ensimismadas
comprometen seriamente el futuro de España como proyecto compartido.
Ante este peligro hay que reaccionar. Sobre todo hay que reaccionar ante el peligro de
la indiferencia, del hastío, de la antipatía, de la desconfianza.
Lo ha explicado muy bien el escritor catalán Antoni Puigverd en un artículo publicado
por la Revista de Occidente, donde dice:
“Dos líneas paralelas se han dibujado a lo largo de estos 25 años. De seguir así nunca
van encontrarse. Cuanto más avanzan, menos coinciden. Y sin embargo tampoco
pueden distanciarse: ni el nacionalismo catalán está en condiciones de impulsar una
decidida vía independentista; ni el españolismo ceñudo, militante (o vergonzante) está
en condiciones de impulsar una energía de fusión. Son dos visiones, dos lógicas, dos
inercias políticas e ideológicas condenadas al empate de la mutua antipatía”
Hasta aquí la cita de Puigverd.
La propuesta del socialismo catalán es una llamada a recuperar el clima moral,
intelectual y político que haga posible pensar otra vez España con la generosidad con
que la pensaron hace 25 años los artífices de la Constitución del 78.
No sé si desde fuera de Cataluña se tiene plena conciencia de la entidad –y de las
consecuencias futuras- de otras actitudes catalanas que no apuestan por este
compromiso con la España plural.
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�Así, en Cataluña se dibujan otras actitudes sobre la relación con España, sobre cómo
gestionar la interdependencia. Actitudes que van de la renuncia a la desesperanza,
pasando por la conllevancia malhumorada.
Una primera actitud sería la de renuncia al catalanismo por entender que ha alcanzado
sus objetivos básicos.
Sería la rendición del catalanismo a la nueva España moderna y desacomplejada. Es
la propuesta regionalista del Partido Popular y de algunos sectores
del mundo
empresarial catalán. Una propuesta que implica aceptar la congelación del
autogobierno y, por consiguiente, adaptarse a las decisiones centrales sobre las que se
aspiraría a tener capacidad de influencia. Hoy por hoy no es una opción mayoritaria,
pero su viabilidad podría aumentar si la Convergència i Unió de después de Pujol
sucumbiera a los cantos de sirena de un “encaje bávaro”.
La segunda actitud sería la de otra renuncia: la renuncia a España.
Sería la respuesta independentista basada en la convicción de la irreformabilidad de
España, de su mentalidad colectiva y de sus instituciones. Sería la renuncia a
gestionar la pluralidad por la insuficiencia de los actuales instrumentos y, sobre todo
por la percepción de que no es posible tender puentes si en una de las orillas no hay
nadie dispuesto a avanzar el trecho que le corresponde.
Es una propuesta fácil y contundente, pero que se va desarrollando con creciente
sofisticación. Se trata de una posición minoritaria pero cuyo atractivo puede crecer en
un contexto de hostilidad.
Y una tercera actitud sería la de la conllevancia entre Cataluña y España.
Sería el pacto coyuntural del catalanismo con España, la firma del empate permanente.
Es la posición accidentalista practicada por CiU, en la que los progresos en el
autogobierno dependen de la coyuntura política. Cataluña obtiene ventajas si el
Gobierno central depende de los votos de CiU. Cataluña ve peligrar los avances
conseguidos si el Gobierno central dispone de mayoría absoluta. No se consolidan los
avances del autogobierno, ni del Estado autonómico y, mientras tanto, el foso afectivo
se va ensanchando y la desconfianza va impidiendo pensar en un futuro común.
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�Frente a estas actitudes, reafirmo la esperanza y la posibilidad de la España plural. Es
más: reafirmo que a pesar de los problemas a los que me he referido, los últimos 25
años han sido sin duda los mejores de la historia política de Catalunya desde hace
siglos (siglos, no años).
Proponemos pues el pacto permanente del catalanismo con la España democrática. El
pacto federal que proporcionará un horizonte estable a los autogobiernos. Viable si en
Cataluña se renueva el pacto catalanista y éste se expresa de forma unitaria. Viable si
se recupera y renueva una idea plural de España. Con Euskadi al fondo, constituida
(contra el deseo de sus ciudadanos, estoy seguro) en obstáculo para avanzar, pero a
la vez necesitada de caminos de salida a su conflicto interminable.
La esperanza de la España plural hay que alimentarla con gestos, con pequeños
pasos, con reciprocidad, con lealtades compartidas.
En un artículo reciente de uno de nuestros más conspicuos federalistas –el profesor
Antoni Castells- se traza con inusual sinceridad esta situación:
“El catalanismo ha de jugar una vez más la carta de la implicación en la política
española. De formular propuestas pensando no sólo en Cataluña, sino en el conjunto
del Estado. Debe hacerlo por sentido de la responsabilidad, por solidaridad con los
demás pueblos de España, y también por interés propio.
El catalanismo tiene que ser generoso. Cuando lo ha sido, se ha ganado el respeto y la
admiración del resto de España y ha gozado de gran autoridad política. Ésta es, pues,
la vía a seguir.
Pero el catalanismo –prosigue Castells- necesita saber que sus planteamientos
básicos son comprendidos y compartidos también fuera de Cataluña. Y en este punto,
no todos los interlocutores son iguales. No lo han sido en el pasado ni lo son ahora. Por
esto, ante el proyecto nacionalista de la derecha española, se han de erigir unas
fuerzas políticas de signo progresista que respondan a la generosidad con
generosidad, a la implicación de Cataluña en España con el compromiso activo de
España en las aspiraciones al autogobierno del pueblo de Cataluña, y con el respeto a
su identidad, a su lengua y a su cultura”
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�Hasta aquí la cita. Añado más: Euskadi tiene y tendrá un régimen de excepción.
Catalunya es demasiado grande para pretenderlo. Está obligada a modificar el sistema
político general para mejorar. Lo que no excluye por supuesto que el sistema general
sea diferencial y reconozca la existencia de nacionalidades históricas con lengua y
cultura propias y singulares.
Estoy convencido de la respuesta positiva del socialismo español al reto que le plantea
el catalanismo progresista. Una respuesta que, más allá de la coherencia doctrinal, es
congruente con el enraizamiento del autogobierno en todas las comunidades
autónomas sin distinción. Es precisamente el balance positivo del Estado de las
Autonomías para todas las Comunidades lo que permite pensar en su evolución
plenamente federal y no uniformista.
3. Interés de España en que desde Cataluña se hagan aportaciones a la España
plural, la España común, a la España federal.
Ante nosotros se abre un segundo ciclo político democrático, una vez culminado el
ciclo que abrimos con la Transición Democrática y que ha durado un cuarto de siglo.
Un segundo ciclo que deberá perfeccionar, en primer lugar, nuestra democracia, sus
reglas y sus instituciones, con el afán de mejorar su calidad y su transparencia.
También deberá perfeccionar nuestro Estado del Bienestar, con nuevos enfoques y
con especial atención a problemas y colectivos hasta ahora desatendidos. Con una
vigorosa política de apoyo a las familias en primer término. (Me alegra constatar que
nuestras propuestas de políticas públicas para la infancia, para la vivienda de alquiler y
para la atención a domicilio, hayan sido acogidas favorablemente por la opinión y por
los gobiernos). (Falta que ocurra lo mismo con nuestras propuestas para los barrios de
la inmigración y para la seguridad de las ciudades).
Y como no, este segundo ciclo político al que me refiero, deberá culminar con el pleno
reconocimiento de la España plural.
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�Entiendo que el reconocimiento de la España plural y del papel que en ella han de
jugar nacionalidades como Cataluña no es un producto ideológico de laboratorio, sino
una necesidad real de la España futura.
Por ello, pienso que se comete un atentado a la convivencia entre las gentes y los
pueblos de España cuando se utilizan exclusivamente los sentimientos identitarios
para obtener rentas de poder y para bloquear desarrollos de futuro.
Para evitar el bloqueo del futuro hay que superar la lógica de los tres nacionalismos
que nos gobiernan y afirmar lo siguiente: Catalunya no quiere romper los lazos
territoriales (...) Catalunya no quiere romper las filiaciones históricas (...) Pero cuatro o
cinco años más de Aznar - de lenguaje Aznar - y España estalla. Considero que Aznar
ha prestado un servicio formidable a la gobernación de España: Ha metido a toda la
derecha española en la Constitución, pero si el precio a pagar es primero la
congelación y luego la muerte lenta de la Constitución, no sólo no se lo podremos
agradecer sino que habrá que denunciar que Aznar es para España un peligro muy
superior al imaginado.
4. Perder el miedo a los tabúes: del buen uso de los textos constitucional y
estatutario
No pasa nada por reconocer la fatiga de los materiales constitucionales y estatutarios.
En 25 años han acaecido cambios sustanciales que aconsejan repensar, revisar y
reformular los textos constitucional y estatutario.
Con la adaptación al camino que ha recorrido Europa, en primer término ... Con la
necesidad de sacar conclusiones constitucionales de la experiencia autonómica ... Con
el reconocimiento de tareas pendientes y, sobre todo, de nuevas realidades sociales
que reclaman su encaje en nuestras normas básicas.
Dicho de otro modo:
Quiero prevenir contra el mal uso de la Constitución, contra su sacralización y su
momificación ... En su momento saludé el importante esfuerzo hecho por José Maria
Aznar para integrar a toda la derecha española en la Constitución ... Hoy he de
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�lamentar que dicho esfuerzo se haya hecho a costa de momificar el texto constitucional
...
Es contradictorio aceptar que necesitamos adaptarnos permanentemente en los
ámbitos tecnológico, laboral, educativo, cultural, familiar … y, en cambio, negarse en
redondo a plantearse la conveniencia de adaptar nuestras normas jurídico-políticas a
las nuevas realidades y necesidades surgidas de la evolución social.
Estoy por una Constitución y unos Estatutos vivos, capaces de resolver problemas
políticos y no de esconderlos ...
La obsesión por la permanencia y la estabilidad llevada al límite acaba por situar a las
personas y a los pueblos fuera de la historia, fuera de la vida.
5. Qué reformas institucionales propongo: la reforma del Estatuto de Autonomía
de Cataluña
Mañana presentaré en el Parlament de Cataluña las bases para un nuevo Estatuto de
Cataluña que proponemos los socialistas catalanes. Lo haré en el Parlament de
Catalunya, que es donde debe hacerse, no mediante octavillas o mediante
informaciones filtradas a algunos medios.
¿Por qué ahora la reforma del Estatuto de Cataluña?
¿Con qué intención?
Para dar un salto adelante en el autogobierno de Cataluña ... que contribuya también a
la plena afirmación de la España plural.
Vengo diciendo en los últimos tiempos que los primeros veintitrés años de
autogobierno estatutario en Cataluña constituyen tan sólo el prólogo de lo que puede y
debe ser el autogobierno pleno de Cataluña (... Unos veintitrés años en los que la
afirmación identitaria ha sido prioritaria y se ha dejado de lado la preocupación por una
estrategia de futuro).
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�Pero hay momentos en la vida de un país en que hay que decidir la dirección y el
sentido de su rumbo … Y no es lo mismo hacerlo con una omnipresente obsesión por
el pasado, por afirmar la identidad y por reforzar el vínculo nacional … que hacerlo con
la determinación de mirar hacia el futuro, de construir un proyecto atractivo para sus
hijos …
En hermosas palabras de un socialista catalán de los años treinta del siglo pasado,
Rafael Campalans,: “Cataluña no es la historia que nos han contado, sino la historia
que nosotros queremos escribir. No es el culto a los muertos, sino el culto a los hijos
que aún han de venir”...
No voy a explicarles ahora el contenido de la reforma estatutaria, pero si que puedo
adelantarles –tal como he venido haciendo en otros foros- las líneas maestras que la
inspiran.
- La intención afirmativa y prepositiva, de proclamación y no de reclamación, del nuevo
texto estatutario, esto es lo decisivo.
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El propósito de renovar el pacto del autogobierno nacional de Cataluña,
actualizando la voluntad de participar activamente en la construcción de una
España plural y una Europa respetuosa con sus pueblos.
-
La determinación de introducir nuevos mecanismos de representación política más
democráticos y renovadores, dibujando los criterios de la que tendrá que ser la –
aún hoy inexistente!- Ley Electoral de Cataluña o estableciendo la limitación de
mandatos para el presidente de la Generalitat.
- La fijación de las bases de la organización territorial de Cataluña en
vegueries, dando voz a los distintos territorios y la posibilidad de ser los
protagonistas de su propia estrategia de futuro, a la vez que facultando
ampliamente a los municipios para gestionar las políticas de proximidad y
transfiriéndoles un 6% más del gasto público total, hasta llegar al 30%
del mismo.
-
La ampliación de las competencias del autogobierno de Cataluña, abriendo las
puertas a la colaboración con los territorios de la antigua Corona de Aragón, en el
marco de la euroregión del arco norccidental mediterráneo.
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�-
La atribución a la Generalitat de la autoridad suficiente para asumir la dirección
ordenada de los procesos administrativos.
¿Y cómo se desarrollará el proceso de reforma?
Partimos de la base de que la mejora del autogobierno ha de ser el fruto de la voluntad
política de Cataluña y trabajaremos para conseguir el consenso máximo de todas las
fuerzas políticas presentes en el Parlament de Cataluña.
De este modo el texto definitivo de Estatuto, que tendrá que refrendar en su momento
el pueblo de Cataluña, no será el resultado de una negociación desigual entre los
partidos gobernantes en Cataluña y en España, sino el fruto del reconocimiento por las
Cortes Generales de la voluntad política unitaria de Cataluña, momento solemne en
que Cataluña renovará su pacto de autogobierno y su compromiso con la España
plural.
En mi opinión, es perfectamente posible que este proceso pueda finalizar con el
preceptivo referéndum en el primer trimestre de 2005 si todo va bien en España.
Siempre
se nos amenaza a los socialistas con fomentar las diferencias entre
españoles y conducir a España hacia la ingobernabilidad.
Bien: no quiero ni imaginarme la ingobernabilidad a que puede conducir el
empecinamiento del actual gobierno español al negar la pluralidad de España y el
tranquilo reconocimiento de su diversidad, lo que yo llamo diversidad y el gobierno
asimetría.
Baste constatar la pirotecnia verbal soberanista en que se está metiendo el gobierno
de CiU, tras tres años y medio de actitudes que la prensa madrileña califica de
sensatas y moderadas, en cuanto se han acercado las elecciones. Vamos a ver como
torea el Partido Popular ahora sus obligaciones de soporte al gobierno Pujol-Mas hasta
el día mismo de las elecciones autonómicas. Quedan todavía siete meses. Siete
meses apasionantes que nosotros vamos a administrar con calma, sin variar un ápice
lo que ha sido nuestro discurso en los últimos tres años y medio. Pero prepárense para
emociones fuertes.
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�¿Y qué consecuencias puede tener la reforma del Estatuto de Cataluña para el
conjunto de España?
Entiendo que han de ser unas consecuencias positivas. He edificado mi trayectoria
política con la convicción de que lo que es bueno para Cataluña es bueno para
España.
Creo que este principio ha sido verificado por la historia. Lo fue durante la Transición
con el compromiso de la Cataluña autonomista con la España democrática. Lo fue con
los Juegos Olímpicos de Barcelona cuando se nos hizo confianza para representar a la
España moderna y democrática ante el mundo.
¿Por qué no puedo serlo en el futuro? ¿Por qué no se concede a Cataluña la confianza
para co-liderar el proceso de reconocimiento pleno de la España plural? Mejor que se
haga, porque si no se hace no habrá tal.
Con la reforma del Estatuto podemos dar el primer paso hacia este reconocimiento. Un
paso que puede abrir nuevas perspectivas para problemas que hoy parecen
irresolubles y que tiñen de pesimismo nuestras posibilidades de convivir más allá de la
conllevancia.
Quiero resaltar una consecuencia muy importante: la mejora del autogobierno de
Cataluña que proponemos quiere demostrar que no son excluyentes los propósitos de
preservar identidades y de compartir proyectos.
Estoy convencido que es deseable y posible que ambos propósitos convivan en la
dinámica de una sociedad. Y esto es deseable y válido tanto para Cataluña como para
el País Vasco ... y por supuesto para el conjunto de España.
Estoy persuadido que la mejor contribución a la solución del problema vasco que
podemos hacer desde Cataluña es progresar en nuestro modelo de autogobierno en el
sentido de superar la etapa de afirmación identitaria, a la vez que promovemos la idea
y el proyecto del reconocimiento de la España plural.
Si el tema vasco parece encallar el tema catalán, no es menos cierto lo contrario:
mientras Catalunya no explique su futuro, el Estado irá atado de manos al diálogo
sobre la solución vasca, porque es lógico que se pregunte por los efectos que esa
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�solución puede tener sobre las aspiraciones de Catalunya, tema éste, como he dicho,
de mayor envergadura desde muchos puntos de vista, si bien exento del dramatismo
sangriento de la situación en Euskadi, en parte, también hay que decirlo, por el
comportamiento sensato, en lo fundamental, del nacionalismo catalán hasta hoy.
6. La reforma de la Constitución: el Senado, símbolo de la España plural. I una
determinada manera de concebir y estar en Europa.
La reforma del Senado como oportunidad.(Acabo de hablar con el presidente del
Senado). El Senado debe ser una Cámara de primera lectura. Y yo añado:
representativo de las Comunidades Autónomas, no de las provincias.
Los cuatro federalismos:
- El político (reforma del Senado)
- El fiscal (pagar por renta y recibir por población, con una salvedad)
- El judicial. Tribunal de Casación.
- El cultural. Historia Común de los Pueblos de España. Respeto mutuo de las lenguas.
Tengo la convicción de que en 20 ó 25 años la evolución política europea irá igualando
los derechos de los pequeños estados con los de las grandes regiones, perspectiva
que irá tranquilizando el debate aunque inicialmente puede enconarlo.
Del mismo modo que aspiramos a una España confortable, donde todos tengan su
lugar, hay que pensar en una Europa que facilite la acomodación de su diversidad. Y
ello puede querer decir renunciar a las grandes construcciones jurídico-formales y
potenciar redes diversas basadas en el interés común y que sobrepasan el marco de
los Estados-nación, de manera que el reconocimiento de todas estas redes diversas
acabe por ser lo que entendamos por Europa.
7. Un apunte final sobre la guerra
Catalunya está masivamente contra la guerra, como lo está Madrid. Quizás con la
ventaja de que allí los incidentes entre policía y manifestantes han sido inferiores, en
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�parte porque - imagino - la tensión y los nervios que las fuerzas policiales perciben en
sus responsables políticos y administrativos, deben ser menores.
Sólo debo añadir que el gran interrogante que se ha abierto en Catalunya ha sido el de
la posición, no tanto del partido del Gobierno catalán, como del propio Gobierno de la
Generalitat.
Este interrogante inquieta por dos razones: parece amagar una vuelta a la indiferencia
catalana en materia de política internacional - muy típica de la primera guerra mundial y
visible incluso en el referéndum sobre la NATO- y porque no se sabe si obedece a
motivos coyunturales de política local, lo que la haría profundamente inmoral, o si,
según como más grave, significa un desplazamiento del nacionalismo catalán
conservador desde su tradicional europeísmo hasta un atlantismo que la mejor Europa
está tratando no de negar, pero si de revisar a fondo.
Los socialistas catalanes insistimos en que la política internacional del gobierno Aznar
está poniendo seriamente en peligro la credibilidad de España en el norte de Africa y
en todo el Mediterráneo. Creemos también que está dañando nuestros lazos con los
países de América Latina, que han soportado con dificultades pero con cierta gallardía
la presión belicista.
Y proponemos de nuevo que España le confíe a Catalunya misiones de nivel en el
relanzamiento del desgraciado Proceso Barcelona de 1995, el momento sin duda más
alto, junto a la posterior Conferencia de Madrid sobre Oriente Medio, también olvidada
hoy, de la presencia española en nuestro entorno natural.
Muchas gracias.
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04.02. Activitat política
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Conferència de Pasqual Maragall al Club Siglo XXI
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Maragall, Pasqual, 1941-
Subject
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Espanya plural
Catalunya
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2003-03-24
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